domingo, 26 de septiembre de 2010

anochece

Lentamente la luz del cielo y del agua van cambiando de color y tonalidad hacia el azul oscuro y se levanta una brisa fresca que calma el calor del día. Después de bajar del vaporetto que nos trae de vuelta de las islas cercanas reponemos fuerzas en una pizzería. Al poco rato las apariencias cambian y las calles y canales ya no son los mismos. A nuestra espalda queda la laguna Véneta con su tranquilo ir y venir de barcos y las cercanas islas de San Michele y Murano; hacia oriente la brillante luna. Los canales del norte de la ciudad, de este sestiere que no se deja apabullar por las masas de San Marco se van dejando acunar por la calma de la noche, con suaves vaivenes que mecen las barcas amarradas.

jueves, 23 de septiembre de 2010

el otoño y la vendimia


La madrugada del 23 de septiembre cambia la estación. Se produce el equinoccio de otoño en el hemisferio norte. A las 5:09h (3:09h UTC) el Sol se coloca en el primer punto de Libra haciendo que el día y la noche tengan la misma duración y que entremos en el otoño. Además la Luna está llena en Aries a las 11:17h (9:17h UTC).
El final de verano ha traído tormentas y el tiempo poco a poco cambia, aunque todavía hace calor. El verano se despide lentamente, la luz disminuye de intensidad poco a poco y cada vez las noches serán más largas.

El inicio del otoño trae la vendimia al campo y también todos los recuerdos de la infancia en el pueblo: el calor húmedo y las primeras lluvias, el tráfico en las calles de gente que termina la larga y dura jornada en el campo, los tractores tirando de remolques cargados hasta los topes de uvas al final de la tarde, las bodegas a pleno rendimiento, las uvas dulces y pegajosas, el olor del mosto que empieza a fermentar, ... y el arrope!!! Las tardes en la calle hasta el anochecer, que ya eran mucho más cortas que en verano...
La vida ligada a las distintas épocas del año, al compás que marca la naturaleza.

sábado, 11 de septiembre de 2010

el león de San Marcos

 
En aquella época, la República Serenísima era el estado más poderoso del Mediterráneo. En multitud de puertos desde las orillas del Adriático hasta el mar Negro, desde Alejandría a Estambul, poseía privilegios, almacenes y magistrados... En tierra gobernaba sobre casi todo el norte de Italia, incluidas Brescia y Bérgamo, las ricas ciudades de Lombardía, y había establecido buenas relaciones con los países de Europa. Sus barcos mercantes levaban anclas desde el Egeo a Flandes, en dirección a Inglaterra o a los puertos del Báltico y los almacenes de los palacios de mármol que daban al Gran Canal rebosaban de especias y porcelana de Extremo Oriente, de China, a la que sólo había llegado Marco Polo, de cerámica de Anatolia y de vinos de Creta, de cobre, hierro y plata llegados del norte, de paños ingleses y pieles siberianas. En las enseñas de los navíos que surcaban los siete mares, el viento hacía ondear la melena del león de San Marcos...

"Los turbantes de Venecia"
Nedim Gürsel