sábado, 7 de julio de 2012

el final de la tarde


Salió un poco antes de las 6 de la tarde, cuando el sol había calentado y resecado tanto el ambiente que era difícil hasta respirar. Enseguida notó la sequedad en la boca y el picor en la piel desnuda. Buscó refugio en la sombra de los árboles del parque, huyendo rápido del ardiente asfalto. Aunque la luz era cegadora el cielo estaba cubierto de un extraño color marrón anaranjado y soplaba un viento que parecía venir directamente de las calderas del infierno. Pudo protegerse bajo los árboles que flanqueaban el camino hasta que al poco rato se encontró en campo abierto. Amarillos campos de cereales abrasados, muchos de ellos ya segados y con las pacas de paja esparcidas entre los surcos se extendían hasta el infinito. A veces surgían entre ellos oasis de verdes oscuros, filas de olivos o algún baldío de color gris o rojo. Las cigarras y el viento caliente moviendo la paja eran los únicos sonidos que surgían del paisaje. El camino se ondulaba entre suaves colinas y se enlazaba y perdía en la distancia. Sintió miedo...

... Ya no recordaba cuanto tiempo había pasado caminando ni donde estaba. Le costó abrir los ojos con aquella luz violenta. Tendido en el suelo con la cara llena de polvo y la garganta seca intentó darse la vuelta. Volvió a ver el sol, un sol irreal en un cielo irreal. Otra vez la luz del sol. Ya no volvería a ver la noche...